Cielo de tantos mares, aguas embalsadas que por tus piedras colocadas mano a mano, depositaste en mis genes, tu espíritu castellano. Alma máter que con tus hermanos compartiste el ansia desmesurada de intempestivas batallas, labraste surcos en tus brazos agrietados. Heridas que sanaste con sal, guerras que libraste sin deseos belicistas, armas que nunca empuñaste con dos manos.
Son en definitiva tus señas de identidad, tus fuentes “inesgotables” de humildad. Regatos que sin márgenes fluyen entre mares des-olados.
árboles que sin hojas alegres cantan ritmos ancestrales. Hijos todos nos, de ocres y de sienas, de tierra sombra tostada, rojo bermellón, verde vejiga, azul celeste, azul prusia, somos todos nos, adobes deslizados bajo pies encarnados y boinas prietas.
Tiñeron tu manto de azul, vistieron de sangre tus valles, cuevas de trabajos inmemoriales, memorias que sin duda se hacen ajenas.
Daniel Berrocal
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