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  • Foto del escritorValdeperdices

SAN PEDRO DE LA NAVE

Actualizado: 8 feb 2021


Como la historia de la iglesia de San pedro de la Nave está tan ligada a nuestro pueblo, paso a transcribir su historia y la leyenda de San Julián y Santa Basilisa que, según reza la tradición, fueron los constructores y están enterrados en ella.


Su construcción se sitúa en el siglo VII y pertenece al estilo visigótico, con los típicos arcos de herradura de este estilo. En el interior se pueden contemplar capiteles labrados con motivos religiosos.

Gracias a Don Manuel Gómez Moreno, que fue el descubridor del valor arquitectónico de la iglesia, se pudo salvar de quedar cubierta por las aguas del Embalse de Ricobayo.

Siendo Ministro del Ramo el zamorano Santiago Alba Bonifaz, se declaró Monumento Nacional en 1912.

Cuando se acordó el traslado, se barajó la posibilidad de llevarla para Madrid; pero una opción muy defendida fue la de llevarla para Zamora. Esto creó una gran polémica de la que se hizo eco en varias ocasiones El Correo de Zamora; pero, gracias a que en El Campillo no había iglesia, el Obispo decidió su traslado a El Campillo.


El traslado se hizo numerando las piedras y se realizó entre 1930 y 1932.


En el traslado, como se puede observar en las fotos hechas por Gómez Moreno cuando la visitó, se prescindió de los añadidos que tenía como el campanario, un cercado de piedras que la rodeaba, construcciones adosadas, etc.




DESMONTE DE SU ANTIGUA UBICACION






UBICACIÓN EN LA ACTUALIDAD





LEYENDA E HISTORIA


LEYENDA DE SAN JULIAN Y SANTA BASILISA

« San Julián, hijo único de familia ilustre, persiguiendo un ciervo en cacería, vió volver el rostro al animal que le dijo: Tú que has de matar á tus padres, no es mucho que quieras matarme á mi.

» Paróse atónito al oír semejantes palabras, tan mila­grosamente pronunciadas, y acto continuo, sorprendido y meditabundo, se retiró á su casa, donde permaneció al­gunos días, atormentado por la idea de que se realizara tan terrible vaticinio.

»Para evitarlo á toda costa, no halló mejor medio que abandonar para siempre su patria, como lo hizo poco tiempo después , aparentando una cacería, y dejando á sus padres en el mayor desconsuelo, con la creencia de que hubiera sido devorado por las fieras.

»Julián, sin rumbo fijo, fué á parar á la Lusitania, donde á la sazón había un príncipe que traía guerra con otro, enemigo suyo. Como caballero, y ejercitado en las armas, tanto para dar una muestra de gratitud por la hos­pitalidad que le había concedido, como por el deseo de hallar una muerte honrosa, se alistó en las banderas de aquél, dando tantas pruebas de valor é inteligencia en sus empresas militares, que, por ellas y sus hechos y hazañas, colmóle el príncipe de honores y mercedes.

» Terminada la guerra, y enamorado Julián de una no­ble señora, viuda, joven y rica, se casó con ella, con licencia del Príncipe, que, para más honrarle, y como muestra de benevolencia, la dió en dote un castro ó lugar fortalecido de murallas.

» Entre tanto, los padres de Julián, que, por las pes­quisas que habían hecho, no habían hallado el menor ras­tro ni vestigio -de que hubiera muerto su hijo de la ma­nera desastrosa que se imaginaron al principio de su ausencia, con alguna vaga noticia, además, de que vivía en tierra extraña, emprendieron en su busca un largo viaje, teniendo al cabo de su peregrinación la dicha de saber que vivía en tal villa (la de la dote de Basílica, cuyo nombre calla el cronista), casado, feliz y opulento.

» Llegan, por fin, al lugar deseado, y ya en la casa que habitaba, preguntan por Julián, que á la sazón estaba ausente. Visitan á Basilisa; dícenla quiénes son, y ella, por las señas que su marido le había dado, les reconoce, demostrando la mayor alegría por su feliz llegada. Hos­pédalos con amor, y para más honrarlos, hace aderezar para su regalo y descanso la misma cámara y lecho don­de ella y Julián dormían.

» No bien tañeron, á la mañana siguiente, la campana de la iglesia á la misa de alba, fuese á oirla Basilisa, con una de sus doncellas, dejando acostados á los ancianos pa­dres de Julián, Llega éste entre tanto, y en apeándose, sin hacer estruendo, puesto que halló abierta la puerta de la casa, dirígese á su aposento, que estaba oscuro, y tentando las almohadas del lecho, para sorprender amorosamente á su esposa, reconoce que en vez de una había dos cabezas.

»La sangre se agolpó súbitamente á la suya, y ciego de ira, creyéndose deshonrado, celoso y colérico, precipi­tándose sobre el lecho, puñal en mano, ¡insensato! dejó sin vida á los que tranquilamente reposaban.

»Vuelve furioso á montar á caballo, resuelto á aban­donar para siempre su casa, cuando, á los pocos pasos se encuentra á Basilisa, que volvía de la iglesia.

»-¿ De dónde vienes ?-le pregunta- confuso y sor­prendido.

»-De dar gracias á Dios - responde cariñosa- por la llegada de tus padres, a quienes al fin he tenido la di­cha de conocer.

» Como un rayo, al oír tal respuesta, penetró en su alma la terrible idea del doble parricidio que acababa de come­ter; y sin saber lo que le pasaba, maldiciendo su ligereza y arrebato, recordando, lleno de dolor, las milagrosas pala­bras del ciervo, se alejó de aquellos parajes, retirándose a un desierto á expiar tan gran culpa, acompañado de su mujer, que no quiso abandonarle, diciendo que así como había sido su fiel compañera en los contentos y prosperi­dades, lo sería igualmente en las adversidades y disgustos.

» Partieron, en efecto, á la ventura, después de haber dejado para los pobres gran parte de sus bienes, y vinie­ron á parar á un sitio agreste y solitario en la ribera del Esla. Allí, con su industria, con limosnas y los haberes que trajeron, construyeron un hospital, en el que hospedaban á los caminantes y peregrinos, dándoles posada, comida, y pasaje seguro por el río en una barca que man­daron hacer al efecto.

» Una noche de Diciembre, fría y tenebrosa, en que el huracán encrespaba las aguas del Esla, desbordadas por una gran crecida, oyéronse en la ribera opuesta las voces lastimeras de un pobre que demandaba le pasaran el río. Julián , lleno de caridad, desafiando á los elementos, y puesta su confianza en Dios, le condujo en su barca feliz­mente al hospital, y despojándole de los húmedos andrajos que le cubrían, después de calentar al fuego sus ateri­das carnes, le acomodó en su propio lecho, por no tener ya otro albergue desocupado. Dióle las gracias el pobre pere­grino, diciéndole en son de profecía al tiempo de marcharse, que pronto, y en un mismo día, irían él y Basilisa á gozar de la gloria de los justos, por haber satisfecho cumpli­damente por sus pecados de una manera tan grata á Dios.

»La tradición piadosa añade que aquel pobre era un ángel, mensajero del próximo tránsito de ambos consor­tes, ocurrido á siete días del mes de Enero (la crónica no dice de qué año), cuyos cuerpos fueron sepultados en la iglesia de San Pedro de la Nave, donde perma­necieron olvidados muchos años.



»El año 1601, dice el MS., fueron hallados por un monje, que ejercía la cura de almas de aquella parroquia, y colocadas sus reliquias en el altar mayor, por disposición del abad de San Benito de Zamora, Fr. Alonso del Corral, á 13 días del mes de Mayo del mismo año, después de una devota procesión y función solemne de igle­sia, á la que asistió gran concurso de gente de la comar­ca y del reino de Portugal.»


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